Con el inicio del verano y las vacaciones escolares, muchos adolescentes se dejan arrastrar por la marea digital que suponen las redes sociales y los videojuegos. Si bien padres y cuidadores han intentado durante años encontrar un equilibrio entre el tiempo frente a las pantallas y las actividades al aire libre, un nuevo estudio revela que el auténtico problema podría no ser la cantidad de horas, sino cómo se utilizan estos dispositivos.

¿Cuándo el uso de pantallas se convierte en adicción?

Investigadores del Weill Cornell Medical College, dentro del prestigioso estudio Adolescent Brain Cognitive Development (ABCD), han seguido la evolución de más de 4.000 niñas y niños entre los 9 y los 15 años desde 2015. El hallazgo es claro: cerca del 30% de los encuestados presentaba signos de adicción a las redes sociales a los 11 años, y un 40% ya lo era de los videojuegos.

Pero, ¿qué señala una adicción digital en este contexto? Los síntomas incluyen una necesidad compulsiva de estar conectado, angustia cuando se interrumpe el uso de dispositivos, discusiones familiares por el tiempo de pantalla y una incapacidad para reducir el consumo voluntariamente. De hecho, declaraciones como “Juego para olvidar mis problemas” o “Me molesto si no puedo usar mi móvil” son recurrentes entre los jóvenes afectados.

A diferencia de sustancias como el alcohol o el tabaco, de las que se puede prescindir por completo, las pantallas están en todas partes. Desde el smartphone hasta consolas como la Nintendo Switch, la tecnología ha calado tan hondo que desconectarse por completo suena casi a utopía moderna.

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La adolescencia: una etapa vulnerable frente al diseño adictivo

La adolescencia es ya de por sí una etapa de riesgos, impulsos desbordados y búsqueda de pertenencia. Las redes sociales, con sus notificaciones constantes y flujos infinitos de contenido, refuerzan ese círculo vicioso a través del sistema de recompensa dopaminérgico del cerebro. De hecho, varios expertos comparan su funcionamiento con las tragaperras: no sabes cuándo llegará la próxima «recompensa» en forma de like o comentario… pero llega. Y eso te empuja a seguir enganchado.

El problema es que el cerebro adolescente, especialmente el córtex prefrontal —la zona que debería actuar como freno— no se desarrolla por completo hasta los 25 años. Esta «avería temporal» convierte a los adolescentes en presas más fáciles para mecanismos adictivos diseñados con precisión quirúrgica por las grandes tecnológicas.

Además, factores como el género, la situación económica y la etnicidad desempeñan un papel no menor. Según los datos, las chicas tienden a engancharse más a redes sociales como Instagram o TikTok, mientras que los chicos lo hacen con más intensidad a los videojuegos. Ser de origen afroamericano o hispano y vivir en un entorno de bajos ingresos también aumenta el riesgo de dependencia digital.

Soluciones posibles: entre normas, concienciación y acción global

¿Y ahora qué? ¿Debemos confiscar móviles como quien esconde dulces antes de cenar? Para muchos expertos, el símil es acertado. La psiquiatra Anna Lembke, de la Universidad de Stanford, propone tratar las pantallas como comida ultraprocesada: no se trata de prohibir totalmente, sino de establecer normas claras. Por ejemplo, no permitir móviles en la cena, eliminar pantallas del dormitorio o limitar el uso a determinadas horas.

La American Academy of Pediatrics coincide: en lugar de centrarse únicamente en minimizar las horas frente a pantallas, las familias deberían centrarse en qué actividades reales se están dejando de lado, como el deporte, la lectura o los encuentros cara a cara. El equilibrio ideal no está solo en cuántas horas se pasa en línea, sino en cómo afectan esas horas al resto de la vida diaria.

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Para casos más graves, psicólogos como Brad Zicherman recomiendan desconectar radicalmente a los adolescentes durante semanas. Aunque los primeros días pueden ser conflictivos, lo que él llama un «estallido de extinción», luego muchos jóvenes descubren nuevas maneras de entretenerse y conectar con el mundo.

No obstante, el verdadero cambio exige acción más allá del entorno familiar. Investigadores y defensores del bienestar digital subrayan que los algoritmos que fomentan el uso compulsivo no son errores, sino la base del modelo de negocio de muchas plataformas. Por eso, legislaciones como la aprobada en California que limita las notificaciones a menores en ciertos horarios, aun siendo un buen inicio, podrían no ser suficientes.

La conversación también debe llegar a las aulas. ¿Debería permitirse el uso libre de Chromebooks o móviles durante las clases? ¿Estamos integrando la tecnología en la educación de manera segura o simplemente abriendo puertas a nuevas formas de distracción? Afortunadamente, ya hay escuelas que están explorando iniciativas como los días sin móviles, algo impensable hace apenas 15 años.

En un mundo hiperconectado, aprender a convivir con la tecnología sin perder el control se ha convertido en el nuevo santo grial educativo. La pregunta es: ¿seremos capaces de diseñar ese equilibrio o caeremos presa de nuestras propias creaciones?

Edu Diaz
Edu Diaz

Cofundador de Actualapp y apasionado de la innovación tecnológica. Licenciado en historia y programador de profesión, combino el rigor académico con el entusiasmo por las últimas tendencias tecnológicas. Desde hace más de diez años, soy redactor de blogs de tecnología y mi objetivo es ofrecer contenido relevante y actualizado sobre todo este mundo, con un enfoque claro y accesible para todos los lectores. Además de mi pasión por la tecnología, disfruto de las series de televisión y me encanta compartir mis opiniones y recomendaciones. Y, por supuesto, tengo opiniones firmes sobre la pizza: definitivamente, sin piña. Únete a mí en este viaje para explorar el fascinante mundo de la tecnología y sus múltiples aplicaciones en nuestra vida cotidiana.